domingo, 3 de febrero de 2019

ALREDEDORES DE LA CAFETERÍA DUNIA

Las cordobesas Hnas. Soldevilla, Carmen y Natalia; Las Hnas. Martínez Cerezo, Asunción y María Luisa; y Gloria Amián, todas entre los 19 y 20 años, hace 64, 1955 en la terraza del Dunia, por lo que hoy si viven -ojalá-, serán abuelas de más de 83. (Foto Ricardo)

Si miras hacia atrás, para ti parece que es de un día para otro, pero si a la vez miras el almanaque ese medidor implacable del tiempo, que las nuevas tecnologías están acabando, antes siempre había uno o varios, enormes en las casas, sin contar con los horteras de señoras en bañador en los talleres mecánicos, es tremendo. Hoy solo quedan algunos en determinados supermercados (DEZA y ALCOOP de Alsara) y de sobremesa, tipo IKEA, porque tienes que ensamblarlos. Si los miras, y yo que tengo los dos citados, además tachados los días, es horroroso ver con la rapidez que se van ennegreciendo. 

Un almanaque de sobremesa de Supermercados Alcoop

El paseo del Gran Capitán, una de las operaciones urbanísticas más importantes de esta ciudad, en la que los grandes apellidos "nobles", materialmente se forraron con la especulación. Paseo que antes se llamó de San Martín, por el convento, era un poco el modelo de las Grandes Vías de todas las ciudades, rotura de murallas, apertura al automóvil, para permitir que grandes solares tuvieran varias calles para poder ser accesibles a la nueva clase media, que no burguesía que aquí lamentablemente no hubo, sólo señoritos engominados de casino, remedos de falsa nobleza. Mis recuerdos del Gran Capitán, que como es lógico y por razones de la fecha de nacimiento no podían ser contemporáneos a la especulación citada, se quedaban todo lo más en la fachada de la Audiencia Provincial y su reloj, el palacio del Marqués del Mérito y remotamente el de Gelo.

Palacio de Justicia en el Gran Capitán esquina Góngora


Palacio del Marqués del Mérito, siniestro Gobierno Civil

En la calle Góngora con la que hacía esquina el palacio de la Audiencia, estaba la Casa de Socorro, cuando me fracturó "Paquete” (diminutivo de Paco) un vecino de mi edad, el cubito y radio del brazo izquierdo en tallo verde, me lo entablillaron, con un excelente trabajo. Recuerdo que, al ir a ponerme las tablillas, vi venir al enfermero con una sierra en la mano, y le dije asustado: -¿Dónde va usted señor? Este, tranquilizándome, me dijo que la sierra era para cortar las tablillas a medida, no para cortarme el brazo, cosa que yo temía. Al día siguiente un cirujano del Hospital Militar, acabó el trabajo, enyesó el brazo, quitó la inflamación apretando, seguro que pensando que era el brazo de un soldado en lugar del de un niño. Una monja de aquellas de tocado de gaviota en la cabeza, me decía: -No te quejes que esto no duele. -Claro a usted no, desde luego. -le dije.

Palacio del Marqués de Gelo, luego edificio Sindicato Vertical

Mi buen amigo y malogrado, el pontanés Luis Melgar, contaba una anécdota referida a la Cafetería Dunia -el nombre significa en árabe "señora del mundo"-, donde comenzaba la exhibición, generosa, de centímetros de piernas femeninas, largas como las de Marlene Dietrich. Divertimento que tenía un rosario de 'espetaores', pasando y repasando por delante para tratar de fijar bien en la memoria el espectáculo de los esculturales miembros inferiores. O como desde los veladores de esa terraza, similares mirones al atardecer, oteaban las ventanas de enfrente del Hotel Simón, luego Banco Bilbao, que por no tener aire acondicionado, tenían las ventanas abiertas y las descuidadas huéspedes, rarísimas turistas, se desnudaban con la luz encendida.  

Edificio del antiguo Sindicato Vertical, hoy sede de CC.OO (Google)

O el mendigo que frecuentaba la terraza, pedía la limosna habitual y se ponía “morao” de ración de vista de piernas femeninas, que venía a significar lo mismo que “ponerse ciego”. Un día, un pedigüeño, ante unos miembros inferiores que sobrepasaron el límite habitual de enseñe, ensimismado, suplicando dijo:

-¡Señorita! ¡Señorita! ¡Déjeme usted que le eche un polvo que no tengo padre ni madre! 

Las carencias, las tímidas aperturas y sobre todo haber pasado la mitad del siglo XX, eran el contenido, y una cafetería moderna que fundó el malagueño Juan Domínguez Rosado, por los 40, el continente.

Fachada de la cafetería DUNIA

La primera vez que salimos solos Conchi y yo de novios, 1963, (era una morena muy guapa y con sólo quince años, como la de la canción), recalamos en esta cafetería, y nos tomamos...-que barbaridad-, una copa de coñac 103, que se dice muy pronto. Anagrama, letra inicial y una pequeña corona tenía su cristalería. Julio Sierra, un vecino de la Mezquita (Casa del Callejón), fue guarda nocturno del establecimiento y se lo encontraron muerto en la guardia, por un problema cardiaco. Ya no queda nadie de esa familia.

Xavier Cugat y Abbe Lane, película Susana y yo, "Me lo dijo Adela"

Era también lugar de señoras de “trato” directo, o de “celestinas” mediadoras, todavía residuo de una posguerra cruel y naturales subsistencias. La piqueta había acabado con el Palacio del Marqués de Gelo, y el régimen había levantado otro naipe de su castillo, que duró bastante más de lo que deseábamos muchos, que era el edificio del Sindicato Vertical. En el Duque de Rivas, en su terraza de verano habíamos visto a Xavier Cugat y la exuberante Abbe Lane cantando “Me lo dijo Adela”, en la película “Susana y yo”. Palacio del Marqués del Mérito, Gobierno Civil, Información y Turismo en la esquina, Gran Teatro, Labradores y Mercantil, o Banco de España y San Hipólito -Colegiata de reyes castellanos-, son algunos lugares del entorno, muchos desaparecidos y otros aún en pie. Dunia cerró en 1972. Esperemos seguir ennegreciendo almanaques.

Me lo dijo Adela, Abbe Lane

Fotos de Internet, Ricardo, AMC, Google y de la Película "Susana y Yo"
Bibliografía de un texto de Luis Melgar y "Los Espetaores" de Notas Cordobesas.

2 comentarios :

werrybee dijo...

El fotograma que has puesto de la película pertenece a la versión censurada, el generoso escote que lucía Abbe Lane se consideró altamente lascivo por los censores de la época, así que tuvieron que llamar a sastrería, coser un trozo de tela de color carne sobre el escote del vestido y volver a rodar la escena. Cuentan que tras terminar la proyección de la película el público pedía repetir este trozo (y no se iban hasta que el operador de cabina la rebobinaba y lo volvía a proyectar).

Paco Muñoz dijo...

Muchas gracias Antonio, lo que tu no sepas de cinematografía. Es muy interesante lo que dices y sobre todo la anécdota, que se la jugaba el operador con los lascivos censores. Un abrazo y nuevamente muchas gracias.