viernes, 21 de mayo de 2021

LA CALLE CARDENAL HERRERO O DE LA PUERTA DEL PERDÓN MIENTRAS SE ESPERA A CORDÓPOLIS.

Estampa de los años sesenta

Habíamos quedado con los profesionales de la información, a las diez de la mañana en la Puerta del Perdón. Las tres campanadas del menos cuarto las sentí en la esquina de la Puerta de la Grada Redonda. Eran los sonidos de la niñez una campanada el cuarto, dos la media, tres menos cuarto y cuatro las enteras, el cuarto la media y la menos cuarto lo sabías pero hasta que no dieran las enteras no sabrías la hora. Como decía eran los sonidos de la niñez y juventud, luego estaban los toques a duelo, a misa y otros de ritual, un universo especial los toques de las campanas, con su código profesional. Esos los tocaba Manolo Soriano, Elena Muñoz su esposa y sus hijos, todos al alimón. Manolo Soriano era el campanero por estirpe, lo heredó de su padre y este de su abuelo y éste de su padre. Cuatro generaciones, bueno cinco con mi amigo Manolín un par de años mayor que yo pero un experto en temas de la Mezquita.

El 2 y el 4 de Cardenal Herrero

El Caño Gordo

La acera de los pares de la calle Cardenal Herrero tiene diecisiete casas numeradas de los números 2 al 34, la de los impares solo un número el uno de la Mezquita. La entrada por la parte más cercana al ayuntamiento, en la calle Encarnación. Y el 34 ya dentro de la Judería. Desde los impares de Magistral González Francés, mire el 2 y el 4, el dos un comercio turístico y el cuatro una heladería. Pero me imaginé en su hamaca a D. Agustín García Solano y familia tomando el fresco en la puerta de la Farmacia de la Virgen de los Faroles que también era laboratorio, industria anterior a la turística. La fuente del Caño Gordo. Un Cardenal por el norte y un Magistral por el este, por el sur un Corregidor díscolo, el de la Cerda, pero antes la calle también estuvo dedicada a un Cardenal a González, y por el oeste a un político liberal General Torrijos, asesinado junto con 48 compañeros más por el felón del Borbón de turno, aunque la calle antes se llamó del Palacio Episcopal. Se afianzan los oficios religiosos, que ganan por goleada y es lógico.

Actual con el forro

La antigua número dos de Torrijos hoy hotel

La esquina de la calle Comedias, ahora Velázquez Bosco, señalada en fotografías antiguas -con el cartel de prohibido fijas carteles-, algunas facilitadas por un amigo, Miguel, descendiente de familias que en el siglo XIX y parte del XX, ocuparon otras casas del barrio, concretamente dos de las tres farmacias que se repartían Cardenal Herrero y Torrijos, la llamada de La Catedral, que antes fue de García Góngora y la del Licenciado Alcalá que antes fue también de García Góngora y antes de Rafael Blanco Criado padre de Marcos Rafael Blanco Belmonte.  Esa manzana entre Comedias y Céspedes era propiedad de los Condes de Cañete de las Torres, en ella una casa de vecinos, vivía un amigo, Bogarín, su padre me parece era latonero, esos que se felicitaban al paso de los aviones por haber llegado tan alto su profesión, y uno que fue presidente del Córdoba C.F.. Hoy es hotel y la tienda de Marisa. A esta vecina hija del desheredado Conde de Cañete de las Torres, le pasa como a Fidela, o a Bohollo, el sacristán de San Lorenzo, tienen un pacto con quien sea, o bebieron en la fuente de la eterna juventud. No cambian con los años, los cumplen pero no cambian. La casa pequeñita de la esquina de Céspedes, Pablo, el pintor, que también ocupó otro pintor, el número 10, pero no conocí al vecino actual que se asomó curioso a la ventana.

La Casa del Callejón la 14 y la 34 de Cardenal Herrero

La siguiente el número 12 era de unos agricultores de Ecija, cuya señora era clienta de mi madre y le prestó un vestido de comunión de su hija para que la hiciera mi hermana, no estaba el horno para gastos. Nunca mejor dicho lo del horno por la profesión de mi padre y que yo tuve durante unos años aunque la ejercí poco. Como siempre digo y cada vez estoy más seguro los comentarios son los mejor del blog, estimulas la memoria del lector y si te lo comenta pues enriqueces el relato. Mi hermana Loli tiene muy buena memoria, y como era parte integrante del relato tiene el suyo muy a mano. Me presta sus recuerdos y me dice: “Mamá llamaba a la señora "la ecijana”, por ser de allí. Su marido era agricultor. Tenían un problema médico familiar, los hijos varones morían jóvenes, primero dejaban de andar. Juanito con el que más relación teníamos se arrastraba por el suelo. Le llevábamos tebeos, porque salía poco, pero mi padre decía que sólo los usados y yo les rompía las hojas para podérselos llevar. Él los arreglaba. Juanito era mayor que yo, y también murió muy joven, trece o catorce años. A una de las hermanas recuerdo la llamaban Noni, otra estudió para maestra. Otro de los varones, el más pequeño hizo la comunión junto con el hermano pequeño de mi amiga Conchi Mantero, pero al poco tiempo dejó de andar y murió. El traje de comunión era bonito y estaba nuevo, no se cuántas hermanas lo habrían usado. A mí me retrasaron la comunión por la muerte de la abuela Antonia que sucedió el 30 de octubre de 1960, yo tenía 8 años. Tuve que esperar a marzo de 1961, y la hice sin otras niñas, sola en el Sagrario. María Escalera la mujer de Rafalito Moyano, que estaba siempre en misa, me dio la mano para comulgar. Era por la mañana a las 8,30 h..” Siempre cuando un niño no andaba pensábamos podría ser poliomielitis pero hay otras enfermedades raras que, en los años sesenta del siglo XX, hace sesenta años, serian muy trágicas.

Los números 28 y 30 y el puestecillo de Amalia

Luego la casa número 14 que antes fue 16, la casa del Callejón, por su entrada estrecha que hacía ángulo recto luego, rincón donde se hacían las candelas en Navidad, porque eso de la Nochevieja era o fue un invento más moderno. Muchos vecinos y amigos y la nena más guapa del barrio y la más lista, de la que yo estaba enamorado. Hay que señalar lo platónico y puro del amor pues teníamos nueve años. Otros grandes amigos vivían allí en esa casa, hoy desaparecidos, uno Paco Aranda, nos enfadamos y estuvimos toda la vida sin dirigirnos la palabra, hasta que un día lo abordé y arreglamos nuestras diferencias que ya había arreglado el tiempo. Pero me duró un par de años el retomar la amistad, murió hará tres o cuatro años. Después la número 16 la de Manolo “el músico”, una persona muy afable y cariñosa, creo recordar que clarinete de la Banda Municipal, entonces no era orquesta aún. Tenía un segundo empleo relacionado con la feria y unos patitos de niños. 


La gradilla tallada con el nombre de Farmacia (Foto de Miguel Navas)

La puerta de San Jacinto y la casa de Azorín

La 18 del Canónigo Torres Molina y su hermana, que fue maestra del colegio de San Pedro donde estuvo Conchi, mi mujer, con el balcón en la vertical de la Puerta del Perdón, que ahora está forrada seguro por reparaciones. Me imagino que no serán con cargo al erario público, pues con el dineral que le “costó” la finca, 30 euros, una cifra curiosamente simbólica, creo que a Judas le pagó el imperio romano similar cantidad por vender a Jesucristo. Siempre hay un Judas en todos sitios, es muy curioso; lo tuvo Julio Anguita (varios) y Pablo Iglesias (muchos), y la II República más, de esos que juraban ante la bandera y patrimonializaban el honor. El 20 el colegio de San Eulogio, casa de D. Antonio Moyano, el mayor de los hermanos Moyano; el 22 la zapatería de Manolo Moyano que ha sido el más longevo, pasó del siglo. La siguiente, la 24 de Rafalito Moyano, la Taberna la Mezquita, que siguió la tradición de su padre y éste del suyo que se llamó Criado y procedía de la Judería de otro bar. En uno de sus balcones veíamos a la madre, una enlutada señora que iba todos los días a misa mientras pudo. Luego, no sé la razón, saltan los números al 28, no aparece el 26. Hoy el Caballo Rojo pero antaño una enorme casa de vecinos.

La espadaña de la capilla de la Concepción proyectada en la pared del Hospital de San Sebastián

Después la 30 el rincón de la callejita, la de la familia de mis padrinos D. Paco, Doña Casimira y Mari Rosa. La siguiente la nuestra el 32, la barbería del maestro Carreras, cantaor flamenco, amigo de Eugenio Noel. Después el puesto de pan del horno de Enrique Fernandez que regentaba Juana la suegra de mi tío Fernando. Y la 34 la primera farmacia del licenciado García Góngora que, tonto de mí, intente mirar si en la piedra de mina de la gradilla estaba grabada la palabra Farmacia, que un familiar marmolista le había tallado. En el lugar de las puertas dos ventanas, las gradillas seguro que estará en alguna casa distinta. Es el valor de las cosas, muy poco, valen para el que las valora, para otros lo justo. Luego fue desde la guerra Civil propiedad de la familia Aparicio que a su vez poseían la finca La Palomera alta. Dos o tres fotografías más, procurando que los camiones del reparto no rompieran el encanto y vuelta a la Puerta del Perdón, y donde se sentaba Ana y Santiago, y allí estaba el artista de la fotografía Alex Gallegos, de Cordópolis, el reportero gráfico. Nos saludamos como Livingstone y Stanley, con un corto soy fulano y yo zutano. Y esperamos unos minutos a que apareciera el director del medio digital cordobés Alfonso Alba. A partir de aquí es otra historia más periodística.

Fotografías del Autor una de Miguel Navas y de Internet
Bibliografía de las pocas neuronas que van quedando y de la memoria de mi hermana.

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