jueves, 19 de octubre de 2023

NO HACE TANTO TIEMPO

Cuchillas de afeitar

La habitación donde vivíamos en Medina y Corella, 4, era comedor, dormitorio y baño a la vez, Dos camas, dos mesillas de noche, un armario, un tocador, un trinchero, una mesa y cuatro sillas, Y una estatuilla de San José al que normalmente se le caia la vara de la peana. Ese era todo nuestro mobiliario. Mi padre tenía la factura de Muebles Puentes de la Ribera, que había pagado mi madre con el premio a nupcialidad que le había otorgado la dictadura. Cinco mil pesetas. Era mucho dinero pues se pudo pagar todo el mobiliario de una casa. Sólo la cocina estaba en el patinillo, al lado de la de Luisa, la madre del orfebre Paco Díaz Roncero. 

Maquinilla de afeitar 

Entre las macetas de flores vivía el galápago de Luisa, que de vez en cuando ventoseaba y olía a perros muertos como decía mi madre. Yo había venido de jugar con Victorina, la hija de Antón y Victoria, una familia gitana de excelentes personas en cuya casa yo me sentía muy a gusto. En nuestra vivienda había un lavabo de pies metálicos con un cubo debajo y jarro, porque ni había grifo ni desagüe, también tenía un espejo con repisa, en él veía reflejarse a mi padre cuando con una brocha se daba jabón de afeitar en la cara, y me asombraba ver cómo le desaparecía la boca debajo de esa espuma blanca, y luego me alegraba ver que cuando la abría volvía a tenerla en su sitio. 

Lavabo con pie de hierro

En el lavabo una funda de la cuchilla de afeitar, en la que mi padre hacia una marca cada vez que se afeitaba con ella. Lo importante era usarla muchas veces, primero para comprobar la calidad del acero y lo segundo para ahorrar, aun no éramos sociedad del usar y tirar. MSA era la marca de la cuchilla, la maquinilla se abría girando el mango para encajar la cuchilla en el cabezal. Eran cosas muy simples en las casas. Pero había casas y las conocía que tenían bastante menos. 

Trinchero

Mis padres trabajaban los dos y más o menos la cosa iba bien. Mi madre peluquera de señoras en una peluquería de la calle Jesús y María y luego a domicilio por el barrio, y mi padre panadero del Depósito de Intendencia, era poco sueldo pero seguro al ser un organismo oficial, del ejército. Ellos se casaron en 1945, tuvieron una niña que nació muerta, y en el 47 nacía yo, y en el 52 mi hermana. 28 años después me casé yo y nos dieron un préstamo de cien mil pesetas, a devolver, la Mutualidad Siderometalúrgica, no como el premio de mi madre, y no pudimos con él comprar todo el mobiliario del piso.

Con mi padre y una niña que salia en todas mis fotos en la azotea de Medina y Corella 

En 28 años había subido la vida veinte veces más. Cuando nos quejamos de lo que pagamos ahora por todo, sólo con mirar un poco hacia atrás vemos que nada es nuevo bajo el sol. Claro los mayores se quejaban y comentaban lo que podían hacer con céntimos de peseta. Nosotros los céntimos lo empleábamos en los puestecillos de arropías. Una gorda de pipas o altramuces, un sobre de harina de algarroba, o una pastilla de leche de burra. Paloduz de palo u otras “delicatesen”. La pena es que no nos parece que hace tanto tiempo.

Fotografías de Internet  y archivo de José Muñoz
Bibliografía del recuerdo

6 comentarios :

Carlos Serrano dijo...

Hola Paco, aprovecho para comentar una cosa muy curiosa de la época: los puestos de regulación. Un invento de Cruz-Conde para luchar contra la inflación. Se trataba de puestos municipales en los mercados de abastos (tipo la plaza de la Mosca) que estaban destinados a luchar contra los abusivas subidas de precio. El invento era muy sencillo. Si el kilo de patatas costaba una peseta y lo subían a dos de repente, se abría el puesto municipal en el mercado y vendía sacos de patatas a una peseta para obligar a los demás a bajar el precio... o se quedaban sin vender nada. Así se luchaba en los 50 contra la inflación y los precios abusivos. Claro que esto lo sé solo porque lo he leído, no estaba allí y no sé cómo funcionaba de bien el invento. No sé si eso hoy día podría hacerse o serviría de algo. No deja de ser curioso que un "camisa vieja" como Cruz-Conde usara estos métodos en el mercado.

Bubo dijo...

Una fotografía sin los vecinos no es una fotografía. Que se tiraban pocas y había que hacer recopilatorio.

José A. García dijo...

Lo bueno es tener recuerdos de la familia de cuando niños, aunque luego nos demos cuenta de que duelen, y en muchos casos, demasiado.

Saludos,
J.

Paco Muñoz dijo...

Carlos muchas gracias por el aporte, en el fondo es una buena idea. Lo que pasa es que quienes deberían controlar (Yo tenia un vecino que me lo contaba) eran como todo el sistema, corrupto, y la vigilancia de precios era nula porque sobornaban al vigilante. Como todo el mundo ganaba muy poco no estaba mal visto arrimar algo al sueldo en negro. Era un mondo como ahora a gran escala pero para los de abajo normalmente. Un abrazo

Paco Muñoz dijo...

Bubo era cara la fotografía, debías seleccionar bien porque no podías desperdiciar placa. Ahora y para las nuevas generaciones es una delicia con la era digital, son millones las fotografías que hay de todo. Y llevas razón en los manuales siempre hablan de que el elemento humano es fundamental en las fotografías. Lo que pasa es que esa niña, algo mayor que yo, siempre estaba como de hermana mayor y mis padres la llevaban a todos sitios por ello está en la mayoría de mis fotros de niño. Lo curioso es que ya no sé quien pueda ser, como no sea que por casualidad se vea y se quiera poner en contacto conmigo. Quienes podían aclararnos quien era no están para ello lamentablemente. Un abrazo Bubo.

Paco Muñoz dijo...

Jose A. Garcia, muchas gracias. Mi hermana que nació cinco años despues que yo, en época de vacas flacas, tiene muchas menos fotografías y se queja por ello. Luego y llevas razón en tu filosofía, muchas duelen pero hay otras que te alegran los recuerdos. Lo que tu dices, que no precisas, lo dices pensando en algo concreto de tus recuerdos, que todos tenemos de los dos palos el doloroso y el cariñoso. De todas maneras es una máquina del tiempo que congela (en la fotografía no en el cine) un momento de nuestra vida feliz o doloroso. Un abrazo José A. (nunca sé el A. punto a que nombre perteneces y siempre me planteo preguntartelo, es un poco y guardando las distancias y permitiendome la licencia en base a la amistad, como lo de M. de Rajoy).