viernes, 6 de agosto de 2010

EL ORATORIO DEL HOSPITAL DE SAN ANDRÉS


 Fachada del Oratorio en la calle Alfonso XII

Fachada del Oratorio en la calle Alfonso XII.

En la calle de la Palma -de la que hablaremos en otra entrada- existía, según escritura otorgada por el escribano público Luis Molina, en 1551, el llamado Hospital de San Andrés, fundado por el Duque de Braganza, según poderes y bienes del D. Gonzalo de los Ríos. Tomó forma legal como patronato y, a lo largo de los tiempos recayó éste en los Condes de Gavia.

 Fachada del antiguo Hospital de San Andrés por la calle de la Palma

Fachada del antiguo Hospital de San Andrés por la calle de la Palma.

Tenía anexionado un Oratorio, llamado también de San Andrés –junto con el del Caballero de Gracia, frente al Convento de la Encarnación, son los dos edificios religiosos que no tienen campanario o espadaña, elemento que identifica a los Oratorios de las Iglesias-, tenía su entrada principal por la calle Alfonso XII, antes de Alcolea y mucho antes de la Puerta Nueva. La dedicación a San Andrés la justificaba el aspa que tenía pintada sobre la puerta.

 Portada principal en la calle Alfonso XII

Portada principal en la calle Alfonso XII.

Hoy la puerta principal está cegada y convertida en ventana. El Hospital estaba destinado a albergar a viudas y huérfanas, además de su función como hospital, con cuyas rentas ayudaba a las primeras. Este tipo de instituciones de ayuda pública eran privadas, creadas, posiblemente bajo el consejo de la Iglesia, por poderosas familias, muchas veces para refugio de familiares de esas familias, y otras por simple caridad.

 Fachada oeste del Oratorio en la calle Alfonso XII

Fachada oeste del Oratorio en la calle Alfonso XII

En estos casos siempre se me viene a la memoria el del Marqués de Comillas. Éste individuo comerció con seres humanos en América, trata de esclavos, y la Iglesia le dijo que eso lo llevaría al infierno, pero que si construía la Universidad Pontificia ellos procurarían que el camino se dirigiera al cielo. Estos explotadores y miserables, que hicieron fortuna a costa de la sangre de los demás, no eran tontos desde luego, pero los que los iban a salvar eran más listos. Posiblemente este sea un ejemplo válido.

 Fachada principal con la fuente de la plaza del Vizconde de Miranda

Fachada principal desde la fuente de la plaza del Vizconde de Miranda.

Hoy, muchas obras de caridad que están respaldadas por deducciones especiales a la Hacienda Pública, etc. Pero lo que nos interesa es dar a conocer una institución que desapareció y de la que aún quedan restos visibles. El edificio se vendió en 1870. El Patronato se negó a la venta, pero no sirvió de nada, éste trasladó el hospital a la calle Pan y Conejo (actual Calleja de la Pierna) pero se desvirtuó el principal motivo de su fundador para su creación.

 Fachada reflejada en la fuente Fachada reflejada en la fuente.

El Oratorio estaba compuesto por tres altares, el principal con un cuadro de titular y otros dos no detallados. El edificio, posiblemente por el patronazgo, pasó con el tiempo a propiedad municipal. En los años sesenta lo recuerdo como colegio, ocupando la nave del oratorio un aula, que se veía por la ventana de la calle Alfonso XII. La entrada la tuvo siempre por la calle de La Palma.

 Entrada al Círculo Juan XXIII

Entrada al Círculo Juan XXIII

En las tardes de verano, una señora se ponía en la ventana a vender jazmines, que tenía expuestos en una tapadera de caja de cartón, en el poyo de la ventana, y que yo le regalaba a mi novia cuando íbamos al cine de verano Andalucía.

Con posterioridad ha sido usado el edificio por diversas instituciones. Actualmente está cedido parte, al Círculo Cultural Juan XXIII. Lo que antes fue la nave del oratorio ahora es una dependencia común de las instituciones que ocupan el edificio.

No he podido acceder al interior como hubiera sido mi deseo, por no coincidir mi visita con los horarios de apertura. Dejaremos pasar el verano pues, esperando el nuevo curso, ya que según información recibida tiene en el patio, algunos capiteles y columnas catalogados que merece la pena ver y si es posible fotografiar.

Una institución religiosa y civil del siglo XVI, de la que aún se conservan vestigios en el XXI.

Fotografías del autor.
Bibliografia de T.Ramírez de Arellano y otros

4 comentarios :

José Manuel Fuerte dijo...

No hace mucho, siguiendo la ruta de los patios cordobeses, llegué a este Círculo Cultural Juan XXIII y sentí una especie de punzada muy rara.

Al llegar vi el patio las escaleras, las puertas de alrededor, y no me pude contener. Me dirigí a unos jóvenes que estaban bajo el pórtico sentados alrededor de una mesa de madera, mientras mi mujer me preguntaba qué estaba haciendo y qué me pasaba.

- ¡Déjame, por favor, que pregunte, que yo he estado aquí antes!

Los jóvenes parecían esperar mi pregunta y se daban pataditas de aviso el uno al otro.

- Perdonadme, una pregunta: ¿Esto ha sido un colegio anteriormente?

Alguno aguantó la risa y otros cogieron con prisa su cocacola (aliñada o no) para taparse la cara risueña llevándosela a la boca.

Un chico melenudo, no demasiado joven, con gafas, a quien conocía de vista de las veladas en el Teatro Axerquía de las Muestras Pop-Rockeras me respondió:

- Eres (me tuteó, ¡qué bien!, debo parecer aún jóven) el cuarto o quinto que nos pregunta esto mismo hoy. Exacto, esto fue un colegio de parvulitos.

Di las gracias, me sonreí, me di la vuelta, y reconocí las escaleras que me llevaban a mi clase (casi veía a aquella señora mayor siempre vestida de negro y el pelo cano que nos guiaba), los servicios, el "cuarto de las ratas" donde nos metían cuando éramos "¿malos?", el caño del centro del patio, los jazmines de las tapias, aquel perro marrón clarito atado siempre en el rincón...

Con un nudo en la garganta (¡gilipollas de mi, a mis años!) salí del recinto sin fijarme ni siquiera en el trabajo floral de aquel patio, y ya fuera expliqué a mi mujer y mis hijos lo que me había pasado por la cabeza en cuestión de no más de cinco minutos.

¡Aquel era mi colegio de parvulitos y lo reconocí de casualidad! La mente es, a veces más potente de lo que pensamos.

Siento mi perorata, Paco.

Paco Muñoz dijo...

Jose Manuel yo la quito.

Me acabas de dar una alegría.

Parece mentira lo que acabas de decir, y no sabes lo que me alegro que te acordarás, inconscientemente de tu colegio, claro lamento no haber contribuido a ello, pues tu visita fue antes de esta entrada. Si por el contrario a que lo relaciones ahora. Yo sabía que había sido un colegio y precisamente una de las aulas la nave del Oratorio. Y la señora era la que vendía jazmines y yo le compraba a Conchi, mi novia.

Claro la interrelación es lógica porque tu vivías en una calle de la cercanía. Pero bueno, estamos en un todo.

José Manuel Fuerte dijo...

Aquello fue muy emocionante. Ten en cuenta que yo era muy pequeñín, con cuatro, cinco, o seis años a lo sumo cuando asistía a aquel colegio (1970-1974), y de repente, con mis hijos de la mano, me encontré con una imagen que me recorrió de arriba a abajo. Nunca estuve allí de mayor, y de sopetón me vino aquello. Yo creo que sentí hasta miedo (se me secó la boca y todo) y mi mujer se preocupó.

Como bien dices, vivía cerca, y también estuve en un colegio llamado Español, y que no he logrado aún averiguar si aún sigue en pie el edificio, y también tengo recuerdos de aquella casa.

¡Hay que ver lo poco que valoramos nuestro cerebro, siempre alerta!

Gracias por la retrospectiva, Paco.

Paco Muñoz dijo...

Pero han sido tus recuerdos antes, me alegro y me imagino lo que cuentas.