viernes, 19 de agosto de 2022

DE COLECCIONES LIBROS Y RECUERDOS GUARDADOS

Los treinta y tantos kilos del Monitor

Tengo varias colecciones de revistas técnicas y muchos cientos, quizás un par de miles de libros. Teníamos (mi padre y yo) la colección de tebeos de TBO, del Cachorro, y yo tenía otros de Diego Valor, y ciencia ficción. Tres colecciones de todas las obras de Julio Verne, que compró mi padre, una en papel biblia; y algunas enciclopedias; del Cine, de Historia de España, de la Aviación, y varios diccionarios enciclopédicos. Ah, se me olvidaba tuve también una colección de unas revistas de aviación que se llamaban Flash, como el Gordon. De cintas de vídeo y películas de 8 y Super8, para que hablar. El otro día leía a Gerardo Tecé diciendo que el colecciona periódicos, y me llamó la atención cuando decía que su madre se dispuso en cierta ocasión a tirarlos todos, y él, como el chino de las bolsas, o las talegas, en la plaza de Tiananmén (en el 86), que se puso delante del tanque, ya ves, porque el del tanque era un buen chino. Ganó la batalla, Gerardo, pero sólo la batalla, en el momento que se descuide se los tira. Mi madre creo que vendió los tebeos por papel, pero no sabía que unos años más tarde, si los hubiese guardado, hubieran costado un dineral.

El Enciclopédico Universal 44 tomos

Es verdad que yo guardo muchas cosas, que un poco Diógenes si es uno, que son para mí como prosopopeyas muchas cosas, y que siempre digo que cuando falte -que por cuestiones biológicas será pronto-, que hagan lo que quieran con todo lo que uno deja ya que no le va a hacer falta después, no somos como los egipcios ricos. Toda vez porque lo van a hacer así y uno no podrá hacer nada. Yo tuve que desmontar la casa de mis progenitores cuando falleció mi padre. Tuve que deshacerme de todas sus colecciones, la de mecheros, pilas, tornillos metidos en cajitas de plástico (que yo también tengo, además de componentes electrónicos), herramientas (conservo muchas) llaveros, bolígrafos, e incluso des y calzadores. Todavía guardaba quinielas de fútbol, de aquellas amarillas, que usaba para escribir por detrás ya que presentaban el dorso sin nada de impresión, donde una vez me presentó las cuentas de sus dineros, con un error posicional que no entendía. Hasta que descubrí el desplazamiento aritmético y se lo demostré, pero me costó, se había convertido en pródigo y lo contrario a la vez.

La música

Cada vez, cada día va uno cediendo un poco al tanque de la plaza de Tiananmén, sin darse cuenta. Desmonté mi estación de radioaficionado, incluidas todas las antenas, regalé cosas y tiré otras muchas. Guardé algunas antenas, a pesar de que ya no voy a instalar otra estación en ningún sitio, y empaqué los equipos en plástico. Si tu no vendes en el momento preciso, lo siguiente es regalar o tirar a la chatarra. Salvo que venga un caprichoso que quiera en época de Ferraris un Biscúter, y eso es poco corriente. Me pasó con las revistas de informática, me las compraban a euro cada una, se pasó el momento y ya no interesaban. Tengo tres o cuatro diccionarios enciclopédicos, cuando en Internet tienes todo. Los cambios tan drásticos que estamos viviendo son brutales y no nos damos cuenta. Nada más que cambiar de sitio el Monitor (que compramos todos por fascículos) para quitarle el polvo, ya es un esfuerzo considerable.

El grueso está en el trastero

Hay que decir una cosa, yo no le tiro nada a nadie, no soy partidario, ni tampoco me molestan las colecciones de los demás. Con lo de mi padre, guardé muchas cosas que me afectaban directamente, los recortes y documentos que el guardaba de mí. El fechaba todas las fotografías y documentos, esa costumbre no la he seguido yo siempre y tengo algunas lagunas de fechas. Ahora eso no ocurre con las fotografías, pues en los datos ocultos van datadas. Mi padre además ponía el nombre y apellidos de su familia siempre, junto con la fecha, y cosa curiosa lo firmaba, en la rúbrica ponía las letras EMR entrelazadas, eran las iniciales de su madre, mi abuela Encarnación, a la que apenas conoció pues murió de pulmonía, muy joven, con apenas cuarenta años, y yo solo he visto en una foto, creo que es la única que se hizo. Tengo hasta los dos telegramas del aviso de la gravedad de la enfermedad de mi abuelo Antonio, y de su fallecimiento poco después. Los telegramas que tanto usaba Sherlock Holmes, de la mano de Conan Doyle, eran los correos electrónicos de la época.

Otro porte

En algún sitio he dicho que él (mi padre) guardaba el recorte en la prensa 1947, de la reseña de mi nacimiento, incluso la noticia en la prensa también, de 1950, de que un perro había mordido a un niño de tres años -por tunante, ya que debía habérselo comido-. Mi madre guardaba mis dibujos de niño y mis óleos de mayor, cuando tuve casa propia ya pintaba muy poco, la compañera es pintora -muy buena-, y yo decidí no competir. Tengo muchas cosas para tirar, es verdad, pero deseo que las tiren otros. Otras no podrán porque las tengo en el disco duro personal y son difícilmente asequibles. Salvo que yo decida publicarlas y hasta la presente me parece que no. He tenido muchos años en los intercisos del mueble librería, una bandera de Holanda con un palillo que estaba pinchada en un trozo de queso, de un aperitivo que nos dieron en un viaje en barco por los canales de Ámsterdam, una tarde allá por el 1996. He observado que ya no está y me he llevado un gran disgusto, pero al final la he encontrado.

La descolorida banderita de los Países Bajos 

Los telegramas de 1958 enero

Así es todo y cada día es más difícil mantener las tradiciones, y cada día tiene uno menos ganas de hacerle frente al tanque del chino buena persona, ya que si no lo hubiera sido moviendo la máquina de derecha a izquierda, y hubiera seguido recto, solo hubiera quedado una mancha y dos talegas en el suelo y nada que contar. Por lo tanto el de las talegas era un suicida. Como dije antes a los egipcios -ricos por supuesto-, les ponían en la tumba hasta una barca además del ajuar necrófilo. Luego tiraban poco del muerto. En alguna película clásica, vimos como metían en la tumba hasta los servidores y a la propia mujer, vamos una barbaridad. La conclusión es que tenemos muchas cosas, que guardamos más, que cada uno valora las suyas, y que como dijo el torero “ca uno es ca uno”. Y al final el chino del tanque no es el bueno.

Fotografías del autor.

2 comentarios :

Rafael Arjona dijo...

Paco: Antes que nada, decirte lo bien escrita que está esta entrada, qué amena es y qué sutil toque de nostalgia ofrece. Luego, te digo la envidia retrospectiva que me ha producido. Me ha emocionado y casi me ha hecho llorar, porque, creo que ya te lo he dicho alguna vez, mi madre no me permitía tener ni leer libro alguno que no fueran los de estudio. No es que odiara los libros, era que los temía, veía en ellos al mismísimo diablo. Mi padre leía novelistas del oeste y ella creía que eran estas lecturas las que le influían para ser como era y por eso me los prohibía a mí. Por supuesto, si no me permitía tener libros, mucho menos tebeos. Tampoco me dejaba tener amigos. Yo los tenía, claro, pero jamás pude llevarlos a mi casa, para nada. En cierta ocasión, fui a la casa de un compañero y amigo del colegio y me enseñó un arca llena de tebeos. Por poco si me da un síncope. Aquel día sí que lloré, de rabia y de envidia. Pude ir muchas veces a su casa y allí leía lo tebeos de la época. En mi casa, le cogía novelillas de aquellas a mi padre, de Marcial Lafuente Estefanía, de Silver Kane,etc. que tenía unas cuantas, y las leía a escondidas de mi madre. Nunca me descubrió. Ya con catorce años más menos, no sé cómo reuní un dinerillo y me compré dos libritos de la Enciclopedia Pulga, de segunda, en uno de aquellos "portales" que cambiaban novelas y en los que podías leer tebeos por una monedilla, una perra gorda, creo recordar. Eran Un capitán de quince años y De la tierra a la luna, ambos de Julio Verne. Cuando llegué a mi casa, mi madre me dijo que los devolviera inmediatamente. Me negué. Y le añadí que para quitármelos tendría que pasar por encima de mi cadáver, así de fuerte. Se quedó de piedra. No sabía cómo reaccionar. Pero a partir de aquel día tuve ya carta blanca para leer lo que quisiera. No la culpo de nada. NO era una madre mala, todo lo contrario, sólo deseaba mi bien. Pero había pasado una infancia y una adolescencia muy malas, en casa, precisamente, de su tía, hermana de su padre, y de su primo el señor cura, que aún era seminarista, y aquello la dejó hecha polvo para le resto de su vida. Una experiencia tipo Charles Diken, que he contado hace poco en la entrada Viernes Santo.

Paco Muñoz dijo...

Muchas gracias Rafael, entiendo que ella quería lo mejor para ti, pero estaba equivocada. En mi casa mi padre fomentaba la lectura, me enseñó a leer y con tres años o cuatro ya leía, era un espécimen de feria un niño leyendo las necrológicas en la taberna. Me hacían leer para que vieran los parroquianos un niño pequeño leyendo. Él compraba los tebeos que luego molestaban a mi madre por el sitio que ocupaban. Siempre que venía con los tebeos era un acontecimiento. Luego empecé a leer los libros habituales, me acuerdo de esos pulga, es verdad que estaban recortados bastante del original pero te daban una idea. A la calleja del Toril y a la Plazuela Almagra he ido a cambiar novelas y tebeos, y Al kiosco de San Bartolomé iba porque allí llevaban unos tebeos de la Editorial Novaro de México que aquí no había. Los clásicos rusos, algunos importantes griegos como la Iliada y la Odisea, que leía entre parada y parada cuando fui cobrador de autobús. Los modernos franceses, como Los Organillos y la obra de la Sagan, sin olvidar a los consagrados Víctor Hugo y los Dumas entre otros. Luego mi afición por las comunicaciones me hizo leer mucho tema técnico, y revistas científicas. Y después de mayor ya leía poco, solo lo que me interesaba de prensa y artículos científicos. Conchi si es una lectora que lo hace a diario varias horas. Mis hijos afortunadamente, sobre todo el mayor es un lector de primera división. En la gente que lee o ha leído se nota la cultura. Mi ortografía es por comparación. Las novelas de Estefanía o Tellado, eran estándar tenían una estructura y solo cambiaban los nombres de los personajes, por eso eran tan prolíficos los autores. En casa leímos el Tribunal de la Sangre, de Ortega y Frías en voz alta, para que lo escucharan todos. Ha habido novelas que me han dejado huella, la citada Pianos Mecánicos, y No serás un extraño, de un escritor americano poco conocido por aquí, Morton Thomson. Seguro porque relacionaba el argumento con alguna etapa de mi vida personal. Luego cada libro o cada revista eran algo especial, de muchas leía lo que me interesaba solamente. Pero hoy en día la mayoría lo tienes al alcance con el teléfono. Ayer viendo Pasa Palabra, dijeron una desconocida y en segundos la consulta nos aclaró todas las dudas. Incluso algunas veces cuando tienen que averiguar una melodía yo con la App Sazan lo averiguo antes que los concursantes. Es todo el saber mundial a tu disposición, con las cautelas de falsedades e imprecisiones, que las pueden tener también los libros premeditadamente por el control del poder o las religiones. En fin habría ara muchos folios. Un fuerte abrazo.