lunes, 11 de marzo de 2019

LA CAMACHA DE MONTILLA

Casa de la Camacha(autor desconocido)

Siglo XVI, tiempos de brujas, hechiceras y otros asuntos. La Inquisición haciendo de las suyas, denunciando y torturando a las “brujas” mientras ellos, los inquisidores, exorcizaban estos quehaceres, adoraban a imágenes y las dotaban de poderes mágicos. Una verdadera paradoja competitiva. Sanadores/as, u otras formas de creer en algo, siempre necesario en el ser humano, que justifica sin duda, su propia debilidad e indefensión. Eran algunas “brujas”, simples químicas aficionadas, que buscaban elixires de sanar o filtros de amor, ambas cosas indispensables para la vida. Leyendo el libro de Rafael Gracia Boix, “AUTOS DE FE Y CAUSAS DE LA INQUISICIÓN DE CÓRDOBA” -obsequio de mi hermana por una lado, y de Tere, hija de Rafael por otro-, me detuve con interés en el auto de Leonor Rodríguez, “La Camacha”, de 1576, que en su tiempo fue famoso hasta el extremo de que Miguel de Cervantes lo señaló en su novela “El coloquio de los perros”.

Restaurante Las Camachas

 Comedor restaurante

Ponía Miguel de Cervantes, en boca de Berganza diciéndole a Cipión: “Has de saber, hijo, que en esta villa vivió la más famosa hechicera que hubo en el mundo, a quien llamaron la Camacha de Montilla; fue tan única en su oficio, que las Eritos, las Circes, las Medeas, de quien he oído decir que están las historias llenas, no la igualaron. Ella congelaba las nubes cuando quería, cubriendo con ellas la faz del sol, y cuando se le antojaba volvía sereno el más turbado cielo; traía los hombres en un instante de lejas tierras, remediaba maravillosamente las doncellas que habían tenido algún descuido en guardar su entereza, cubría a las viudas de modo que con honestidad fuesen deshonestas, descasaba las casadas y casaba las que ella quería. Por diciembre tenía rosas frescas en su jardín y por enero segaba trigo. Esto de hacer nacer berros en una artesa era lo menos que ella hacía, ni el hacer ver en un espejo, o en la uña de una criatura, los vivos o los muertos que le pedían que mostrase. 

Libros de conjuros (Autor desconocido)

Tuvo fama que convertía los hombres en animales, y que se había servido de un sacristán seis años, en forma de asno, real y verdaderamente, lo que yo nunca he podido alcanzar cómo se haga, porque lo que se dice de aquellas antiguas magas, que convertían los hombres en bestias, dicen los que más saben que no era otra cosa sino que ellas, con su mucha hermosura y con sus halagos, atraían los hombres de manera a que las quisiesen bien, y los sujetaban de suerte, sirviéndose dellos en todo cuanto querían, que parecían bestias. Pero en ti, hijo mío, la experiencia me muestra lo contrario: que sé que eres persona racional y te veo en semejanza de perro, si ya no es que esto se hace con aquella ciencia que llaman tropelía, que hace parecer una cosa por otra. Sea lo que fuere, lo que me pesa es que yo ni tu madre, que fuimos discípulas de la buena Camacha, nunca llegamos a saber tanto como ella; y no por falta de ingenio, ni de habilidad, ni de ánimo, que antes nos sobraba que faltaba, sino por sobra de su malicia, que nunca quiso enseñarnos las cosas mayores, porque las reservaba para ella.”  

Más velas y libros de conjuros (Autor desconocido)

Luego estaban también la Montiela y Cañizares, supuestamente salidas de la imaginación del manco, aunque seguramente basadas en la plantilla bujeril de las lomas vinícolas montillanas. Pero la real era la del auto: “Leonor Rodríguez “La Camacha”, viuda, mujer que fue de Antón Gómez de Bonilla, labrador, vecino de Montilla, diz que es cristiana vieja de 40 años”. Lo de la Camacha le venía a Leonor de su abuelo Antón García Camacho. Leonor tuvo dos hijos varones, antes de enviudar de su marido. Fue acusada de brujería por el Tribunal de la Inquisición en 1572: “por hechicera, invocadora de demonios, hacía y enseñaba a hacer cercos llamando los demonios desde los cercos, ofreciéndole un miembro de su cuerpo; y que en los dichos cercos se destocasen y desnudasen; y con un cuchillo de cachas prietas hacía el cerco; y venían treinta y cinco diablos pecados y pecados hechos galguillos y hecha la promesa del dicho miembro, los diablos le decían, 

Aquelarre de Goya

que pediese lo que quisiese y ella pedía le trajesen a su amigo y otras cosas desta manera; y que a media noche iba y enseñaba a otras que fuesen a tres iglesias, donde hubiese Sacramento, diciendo: "Lucifer y Satanás, Belcebú, Barrabás y Gayferos, aposentador mayor de los infiernos"; y topábame con uno destos diablos y le había de pedir lo que quisiesen que hiciese por ellas; y que nada desto se había de confesar hasta la muerte, ni lo confesase; y porque enseñó las palabras de la consagración diciendo habérselas mostrado a ella, un su amigo clérigo [fol. 8 v.] diciendo: "equis, ocos, Corpus Cristi, Sangre consagrada de mi Señor Jesucristo", y nombrando por quien las decía, decía: "no te lo digo para te consagrar, sino para te legar y atar, que vengas a mi querer y mandar, dándome todo lo que tuvieres"; y así venía el amigo o quien querían; y quebraba las puertas por entrar, legaba y deslegaba y tornó loco a su marido y así murió y a un su hijo,”

Haciendo una pócima (Autor desconocido)

Allá por el 1567 se marchó a Granada durante unos meses, a perfeccionar su arte, más o menos a hacer un master, este desde luego presencial no como otros. Una señora árabe le enseño parte del oficio y le facilitó el herbolario necesario para hacer ungüentos. Estaba orgullosa Leonor, de haber aprendido del profesorado más importante de la época, fuese árabe o cristiano. Llegó, a decir que para conseguir nuevas técnicas no había reparado en fornicar con un árabe durante un tiempo, a cambio de lecciones. Cuando eran requeridos sus servicios siempre decía que ella sabía poco, que si era necesario haría conjuros o requeriría de otra colega le ayudara para conseguir el fin propuesto, cuestión que conseguía subir la tarifa. 

El Gran Cabrón de F.Goya

“Confesó el legar y deslegar; y que a una negra que su amo le había dado de palos, le dijo que le trajese una asadura y sus orinas y vino, pero que no lo hizo, ni lo supo hacer: y de otras personas a quien pidió asaduras [fol. 9 v.] en Cuaresma y pollos que se comió y que tan le enseñaron las oraciones de Santa Marta y otras muchas oraciones prolijísimas, que refirió distinguiéndolas por partes como quien enseña. Confesó que cierta hechicera le dijo las palabras de la consagración, y no sabe para que efecto, y en efecto confesó lo más de lo que fue acusada, escusándose así y echándole a personas muertas, a quien decía haberlo visto hacer y a otras; y que daba remedio a las que a ella acudían echándolo en devociones; y cuenta muchas pagas que le hicieron e pidiéndoselos decía haberlo empleado en obras pías. 

Portada El Coloquio de los Perros

Hizo ciertas defensas y descargos. Diósele tormento en que puestos los brazos atrás, atados los pulgares con once vueltas de cordel, según dijo el ministro, y asidos de la maroma, parecieron vueltos adelante; y el médico dijo no tenía lesión alguna y así pareció. Que salga al Auto en forma de penitente, con coroza en la cabeza, con insignias de hechicera y abjure de levi y le den cien azotes en Córdoba y ciento en Montilla, de donde sea desterrada por diez años, con cinco leguas a la redonda y sirva los dos primeros años de los diez en un hospital en Córdoba, cual se le señalare y pague ciento cincuenta ducados al Receptor.”

Una panorámica de Montilla (Autor desconocido)

Luego estuvo la historia, de Alonso de Aguilar, apaño amoroso de la señora que quería casarlo con la hija,  que no recoge el auto de la Inquisición, por lo que se podría pensar que el caso raro era raro de verdad. Decía: “Siendo mancebo ya para casarse, hubo grande competencia sobre quien se había de casar con él, por su mucha nobleza, riqueza y valor de su persona. Al fin, una señora muy principal, deseando casar a don Alonso con una hija suya, determinó hablar unas grandes hechiceras de Montilla, llamadas las Camachas; encargóles el negocio, prometiéndoles, si salía con su pretensión, pagárselo muy bien; ellas se lo prometieron, y dando y tomando sobre el caso, se resolvieron en convidar a don Alonso para un jardín suyo, y que estuviese allí la señora. Las malas hembras no la avisaron en qué forma había de entrar don Alonso, y con este descuido viólo entrar en forma de un hermoso caballo. 

Otra panorámica de Montilla (Autor desconocido)

Cuando ella lo vió, espantada, comenzó a dar gritos y quedóse amortecida; volvió con algunos remedios que le hicieron y comenzó a quejarse de las malas mujeres y a publicar y descubrir lo que estaba secreto. Vino luego el caso a noticia de los señores Inquisidores, y hecha su diligencia, prendieron a don Alonso y a las hechiceras. Estuvo don Alonso mucho tiempo en una cárcel estrecha y al fin lo soltaron, por haber hallado que don Alonso estaba inocente de todo el caso, pero no obstante esto, le mandaron que burlando ni de veras entrase en casa de las Camachas.”

Otra vista de la casa de La Camacha (Autor desconocido)

Por eso al pasar por Montilla, antigua carretera -ahora no por hacerse por la autovía-, y ver el establecimiento de Las Camachas, hay que acordarse de que Leonor Rodríguez, es la señora, bruja, curandera, hechicera, química aficionada, que le dio su apodo, que tenía de su abuelo, y si se quieren ampliar conocimientos, está el auto completo, el caso raro, e incluso la novela corta el Coloquio de los Perros de Miguel de Cervantes. Aunque la verdadera magia, a pesar de que la habría, la tienen los caldos montillanos a los que seguro no hacían asco los censores de la Inquisición, y no hicieron a sus saludables curaciones del ánimo, ningún auto de fe. Ah, se me olvidaba, mis nietos Enara y Noah, son montillanos.


Fotos de Internet, desconociendo autoría
Bibliografía del Libro "AUTOS DE FE Y CAUSAS DE LA INQUISICIÓN DE CÓRDOBA”, de Gracia Boix, El Coloquio de los Perros de Cervantes, y el Caso Raro.

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