El lugar sin el olmo
Todos los días paso, normalmente, por el jardín del antiguo Cuartel de Lepanto, cita de amantes de los perros del barrio y juegos de niños y deporte de jóvenes. Siempre me acuerdo de cuando estaba haciendo el Servicio Militar (ha llovido ya, veinte meses de los años 68/69 del siglo pasado, dicho así parece más lejano que lo es) y era el responsable de tomar las temperaturas de los polvorines, que estaban en ese lugar. La dotación de Seguridad en materia de munición estaba almacenada en ellos, la Dotación Permanente estaba en el Blanquillo. Lo conozco de antes por mi trabajo y haber visto escrituras y planos de cuando se construyó y las curiosidades de los contratos respecto a las pajas de agua y las señoritas Trócoli, propietarias de tierras como decía alguna escritura, y me llamaba la atención.
Cuando lo trasplantaron
En febrero de 2024 gracias a la presión ciudadana, y a la iniciativa de una señora, se salvó un olmo viejo de la Ronda del Marrubial, delante de los deteriorados y sucios pabellones del Cuartel, que iba a ser talado porque estorbaba para la ampliación de la Ronda. Y se trasladó al Jardín de Lepanto. Una operación de trasplante, llamativa. Se hizo se apuntaló y a los dos días estaba florecido en todas las ramitas que le quedaban. Se conoce que era la savia que le quedaba aún en su interior, porque en la siguiente primavera nada de nada. Y al final lo han arrancado, sólo queda el lugar donde sabemos estaba. Se prolongó su vida un año y poco, y al final lo que tenía que ocurrir ocurrió. Por lo menos queda la satisfacción del movimiento ciudadano, la respuesta municipal y lo inexorable para todos los seres vivos, el final de su ciclo vital. Para unos la guadaña, para otros la sierra mecánica. Decía A. Machado a su olmo:
“...Mi corazón espera/
también, hacia la luz y hacia la vida,/
otro milagro de la primavera./”
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