martes, 16 de enero de 2018

MINAS POR EL CAMINO DE CAPELLANÍA A VALDEGRILLOS

Track de Wikiloc hasta la linde de Valdegrillos

Cuando le cojo el gusto a una zona, además de estimar que se lo merece, trato de estrujar el entorno hasta tratar de conocer los más recovecos del mismo posibles. Oteando desde la altura satelital, ahora que lo conoces, gracias a los trabajos de expertos, ves las calvas en las laderas empinadas del macizo serrano, cuyo significado son escombreras a modo de imitación de la enorme del Rodadero de los Lobos, cerca de la inaccesible Piquín, que nos recuerdan la intensa explotación minera de hace más de dos mil años. 

Pinar en la finca de Capellanía

Escombrera de la mina del Cerro de la Ermita, ladera suroeste

Como dice Fernando Penco, en su artículo, ya citado en otra entrada Mons Marianus: "La manigua, verde oscura, se extiende hasta el borde de estas vías y cubre los pequeños cerros que rodean Torre Árboles, la cota más alta de la comarca y la que desde Córdoba descolla escarpada y abrupta entre todas ellas. Ascender sus 694 metros por una estrecha senda resulta agradable y, desde la cumbre, el paisaje es ameno y verde y uno puede ver 

Trinchera de la mina anterior colmatada arriba de la escombrera

Pista de Capellanía a Valdegrillos

al sur las llanas mesas tortonienses poco antes de que el valle del Guadalquivir se extienda y agrande más abajo de las colinas. Antaño, toda esta manigua alta y oscura era desbrozada por los carboneros que dejaban limpio el intransitable bosque volviendo a hacer visibles sus minas y anchurones. Pero hoy esa espesura ha cubierto de nuevo el paisaje y ha vuelto a ocultar los criaderos de cobre y los caminos que a ellos conducían."

Al fondo el valle del Guadalquivir con niebla

Seguimos en la pista

Más poética y literalmente no se puede describir. Hoy tocaba esa zona y visitar las escombreras que Fernando, el Director del Museo del Cobre cita. La escarpada ladera sureste del Monte Mariano, de los Marii, explotadores romanos de sus riquezas, hasta caer en desgracia por la ambición de Tiberio, es monumental, evidentemente para los cordobeses, cuya serranía no es de grandes alturas. Este lugar está ocupado por varias fincas importantes, la más centrada y boscosa es Capellanía, en otros lugares Helechar, con sus casi 67.000 m2 cuadrados de espeso y longevo pinar, Valdegrillos y Campo Bajo al oeste, al sur Santa Sofía o Salmerón y Balanzona, estando al noreste Villa Enriqueta. 

A la derecha roquedal y jaral, a la izquierda el pinar

La pista se adentra en el pinar

Lo primero que hice fue bajar, cuando me di cuenta el sendero al sur bajaba estrepitosamente que me hizo pensar en la dificultad de cómo subir luego. Me interné en el pinar para acercarme a la trinchera colmatada y la enorme escombrera inferior. La facilidad que oferta el GPS, para acercarse a los sitios es indiscutible. Una vez en la calva de los desechos mineros, tapizada de esa pequeña plantita rojiza que lo cubre casi todo, a lo mejor, piensa el neófito, tintada del color del mineral que acompaña a las rocas. Allí la trinchera ancha colmatada estaba igual que en las fotos del artículo de Fernando Penco.

Restos de la casilla en ruinas entre la jara

Parte del muro norte de la casilla

No encontré boca de mina, que la habrá seguramente, pero que estará tapada igualmente que la trinchera. Intenté subir la ladera suroeste del Cerro de la Ermita pero me resultaba complicado, por lo que decidí seguir la cota cercana para volver de la forma más fácil al punto de partida. Recordé cuando Conchi y unos amigos bajaron por esa ladera, a campo través, hasta la explanada de la Venta de Torreárboles en la carretera, mientras yo bajé con la mujer de uno de los amigos que estaba embarazada en el coche. Ahora comprendo las quejas y blasfemias del "gordo" (uno de ellos) y veo que, en el fondo, la bajada por ahí fue una proeza. Han tenido que pasar 15 ò 16 años para darme cuenta de ello. Eso sí, ahora veo que tiene un sendero de bajada que ellos no usaron.

Muro de 10 m. de longitud a la vera de la pista

El bosque de pinos y algunos alcornoques sueltos

Pensando se hace el camino más corto, ya me encontraba nuevamente en el cruce del Camino a la Ermita, el sendero a Torreárboles, el del Cerro Muriano y el cerrado con una cancela sin candado, pero con el cartel de la prohibición correspondiente. Son lugares de monterías y posiblemente se moleste al ganado, pero no está cercado cinegéticamente, por lo que puedes entrar sin darte cuenta por cualquier lugar, ya que el cartel sólo se encuentra a la entrada. Los carteles son para hacer una tesis doctoral, el prohibido el paso es elemental, aunque puede que haya alguno con falta ortográfica, pero cuando hay que prohibir más cosas, la sintaxis deja mucho que desear.

Llegando al arroyo del Helechar

Resto de un pino caído

Con esa escusa preparada en mente, de que había entrado por abajo, me decidí a seguir por el camino, que dicho sea de paso es muy hermoso. Una pista bien cuidada, tapizada de agujas de pino, y en algunos lugares, con agua aflorando a la misma, posiblemente procedente del frente que nos pasó días atrás. A la izquierda un bosque de pinos centenarios, espeso y umbrío que, lamentablemente es también silencioso, es una pena que cada día haya menos vida en los bosques, en el campo. Claro si hay poco que comer que van a hacer allí los animales.

Cauce seco del arroyo del Helechar

Otra vista desde allí 

Como está tapizado de agujas, no se sentían ni mis pasos, se escuchaba el moverse el agua dentro de la botella que llevaba en la mochila, por ser tal el nivel cero de decibelios en el exterior. Recorridos unos metros siempre con el bosque a la izquierda, y algo más clareado a la derecha y sobre todo rocoso, llegué a las ruinas de una casilla, que no he podido ver en el vuelo de los americanos, sí sin embargo en el de Sigpac, pero éste es mucho más moderno, y que en el catastral parece que la llaman de Las Latas. Un grueso muro de mampuesto, de 10 x 3 m. es lo que queda de la casilla, aunque parece que en la parte de atrás tenía otra habitación.

Arriba el vértice geodésico de Torreárboles desde el sur

Rocas de la ladera sur

La pista continúa ascendiendo con poco desnivel y en una curva a izquierdas, está la cabecera del Arroyo El Helechar. Este arroyo considero es el de Linares. La cabecera del arroyo de Linares tiene tres cuencas, ésta del Helechar, que tiene la mayor longitud de todas, con 1300 m.; otra que cursa más al oeste, y que no he encontrado su nombre, que también baja de Torreárboles, tiene 900 m. de longitud; y una tercera que viene de la alcubilla que hay al norte de la venta del Frenazo, señalada en los planos antiguos, que tiene 560 m. Las distancias lo son hasta cuando por bajo de la Venta de Torreárboles se unen los tres y ya es Arroyo de Linares, Por lo tanto estoy según mi modesto y leal entender en el nacimiento del Arroyo de Linares.

Continuación de la pista, ahora finca de Valdegrillos

Desde lo que llamo el balcón de la cota de los 600 m.s.n.m.

Dice D. Francisco Carrasco, en su libro de los arroyos del arroyo de Linares: 
"Es el afluente más importante del Rabanales. Nace en Torre-Árboles; atraviesa la carretera de Cerro Mariano por el km. 259 y el viejo ferrocarril por el km. 12. Entra en la huerta de la Balanzona, abandonada en triste ruina. Riega su antiguo naranjal destrozado. La casa desolada. Va el arroyo por cauce muy hondo y cenado de zarzal agresivo. Al sur de la huerta existe un túnel de los varios que daban paso al tren de la Siena, y en la antigua estación aún puede verse un depósito que surtía de agua a las máquinas de vapor."

Vistas al oeste desde el citado "balcón"

Vistas al oeste Los Villares

Fotografío lo que he considerado el nacimiento del arroyo de Linares, y continúo ascendiendo y notando como el ataque de ciática me deja sin fuerzas la pierna izquierda a veces. Me preocupo porque si me aprieta será mucho peor. Al bajar un escalón me falló y perdí el equilibrio, menos mal que el tercer apoyo me sirvió. Ya estaba en la linde de Valdegrillos, antes había circulado por los terrenos de la finca Capellanía o Helechar en otros documentos, y en la cota de los 600 m.s.n.m. en un roquedal, que es la cota más alta de la pista, a partir de aquí desciende.

Escombrera de otra explotación minera

Otra escombrera y la trinchera arriba

Esta curva de la pista nos permite ver la zona del oeste, es una especie de balcón pétreo, 94 m. más abajo del vértice geodésico que está en los 690. Vemos perfectamente la pista que baja al arroyo de Pedroches, el valle del mismo y las Huertas de Cabra. Santo Domingo, el complejo de RTVE y otros servicios. El campo de golf y todas las crestas hacia el suroeste. Abajo también todo el nuevo entramado de carreteras, con el intenso tráfico abajo de la N-432 nueva que partió en dos Valdegrillos y algo de Santa Sofía o Salmerón. 

Vértice geodésico arriba

La pista que no seguí en Valdegrillos hacia abajo

Mis pretensiones eran haber bajado los 725 m. que me quedaban hasta el cruce del camino a la casilla, ahora aislada del todo, que está en la cota 530, para subir unos 460 m. hasta nuevamente la cota de los 600 m. y enlazar con el G48, después subir otros 460 m. y llegar al vértice geodésico. En total 1700 m. aproximadamente, bajando 70 m. para luego subir 160 m. con un notable desnivel. Me asusté, sobre todo por el problema de la conducción eléctrica de la pierna izquierda, que se cortocircuitaba temporalmente.

Una cancela y los carteles de prohibición

Detalle del cartel "Prohibido el pas o cazadores con fuego armas de"

Vuelta prudencial hacia el punto de partida, ahora es cuesta abajo y procurando pisar despacio apoyando adecuadamente el bastón. Se va notando lo lejos que está el 1947, cada vez más, por mucho que quiera uno engañarse. Había circulado por los terrenos de la finca Capellanía, visto la explotación minera en el Cerro de la Ermita, ladera suroeste, la casilla en ruinas, el nacimiento del arroyo de Linares (estimo yo), llegado a la linde de Valdegrillos, disfrutado del paisaje espectacular en un día soleado aquí y de niebla abajo en la ciudad.  

Torreárboles desde la puerta de la finca Santa Sofía o Salmerón.

Por encima de la casilla, en un roquedal muy acusado, vislumbré otra explotación a la que no subí, era arriesgar demasiado y lo principal era llegar al coche integro. Alegría, porque el canto de unos pájaros rompían el insultante silencio, de un lugar en el que no había ni hormigas, y que si había habido montería, los habitantes porcinos, estarían bien escondidos, claro aquellos los que no habían sucumbido al "ecológico", según ellos, tronar de las armas. De los más desgraciados serían sus colmillos, seguro, un atributo de un llavero cualquiera.



Fotografías y vídeo del autor
Bibliografía de "Mons Marianus" de Fernando Penco y Libro de los Arroyos de Fco.Carrasco

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