lunes, 16 de marzo de 2015

ALBERCA, TÚNEL Y ALCUBILLA DEL NARANJAL DE CABRIÑANA.

Plano

Para evitar tener que dar la vuelta desde el valle de San Benito, puerta noreste del cortijo de Cabriñana, por el camino que enlaza con el que baja de lo que los ciclistas llaman el Anker (1), o las cancelas, y ante el cansancio de Conchi, decidimos entrar por la cancela que, en escasos doscientos metros en terreno llano te lleva, o bien abajo de la Ermita de la Santa Cruz, o unos metros al final de la cuesta hormigonada del Santuario con el arroyo de Santo Domingo.

Casilla a media ladera

Abertura de la cancela (no tiene candado) y camino junto al arroyo que partiendo del cortijo, desemboca en el Santo Domingo, pasando antes por lo que pudiera ser una represa casi en su salida. Antes unos pinos centenarios, caídos sobre el camino. He de decir que esto es una propiedad privada. Unos metros más abajo una llena alberca que está desaguando la misma cantidad de agua que le entra por arriba. Luego el naranjal con una pequeña cabaña, y una casa abandonada, arriba de la ladera a la izquierda.

Naranjal y huerto

Eso fue todo ese día. Se lo comenté a Pancho Gamero y quedamos en hacer una visita a la alberca, cuyo elaborado túnel de salida me llamó bastante la atención, por su fábrica, cuando lo más fácil hubiera sido un desagüe normal, como el que tiene. A lo mejor tendría que ver con la citada construcción que parece hidráulica arroyo abajo antes de la salida al de Santo Domingo que, tiene otra alberca medio tapada por la cuesta hormigonada.

Alberca lado sureste

Esto sucedía a principios de febrero. Pues bien  dieciocho días después, quedamos en efectuar la visita. En ésta, fuimos Pancho, Ángel y yo. En este caso accedimos desde abajo, por el desaparecido camino que nos llevó directamente a la casa abandonada. Desde allí bajamos a la huerta y visitamos la alberca y el túnel. Llegamos a la consideración de que la fábrica del túnel de desagüe era excesiva simplemente para ese fin. Sin embargo quedó la duda de dónde se alimentaba la misma. Dejamos el cómodo y fresco lugar de su ubicación, que protegía desde su cabecera un más que centenario olivo, y subimos hasta la cancela.

Entrada túnel muro de contención explanada de la alberca por el sureste

Una vez allí, estuvimos viendo lo que parecía una caseta de donde partían unas tuberías de polietileno, a modo de caseta de motor. Luego como de allí salían unos tubos los seguimos hasta más arriba, pasando una zona de cultivo, en la que habían restos de maíz. Llegamos hasta bastante altura, no dejando antes una bifurcación de la tubería, dónde había un neumático de automóvil, de la que señalo Ángel que era un puesto de cacería al acecho. pues la goma acababa en una poza hecha en el terreno para atraer a los animales.

Vista del túnel

Aquello quedó así, pero Pancho seguía pensando que aquello no era la fuente.  Volvimos a entrar en el camino del naranjal y, creo fue Ángel o quizás Pancho, lo que es seguro que yo no fui, les llamó la atención un zarzal sobre el que estaba caída la copa del gigantesco pino. Debajo del zarzal estaba la alcubilla, enterrada en zarzas que se tratamos de apartar sin las herramientas adecuada, con las naturales heridas causadas por las espinas. 

Interior del túnel

Pudimos comprobar la estructura de la alcubilla, estandar, con puerta metálica semi derruida y un canal de salida. Hicimos fotos como pudimos una vez algo despejada la entrada, pero requerirá limpiarla más, así como su canal de entrada. Dentro, un cuadrado con agua de unos cincuenta centímetros de profundidad, y lo que parece una entrada lateral, pero ya no pudimos ver más. Esa, consideramos, era la fuente "perdida" de la alberca. 

Olivar centenario de Cabriñana

Hay que decir que todo el naranjal, lo rodea un cauce profundo, seco, de un arroyo estacional que viene del cortijo de Cabriñana por el valle de San Benito, al lado derecho del camino, dirección al cortijo, y luego gira en busca del naranjal, pasando un puentecillo oculto en la maleza, haciendo límite con el mismo por su lado oeste y sur, para buscar lo que he llamado, al principio, supuesto complejo hidráulico, y luego salir al arroyo de Santo Domingo. 

Restos de la plantación de maiz

Quedó terminada la "investigación" de lo que hemos venido a llamar, posiblemente erróneamente, el naranjal de Cabriñana. Los terrenos, además de ponerlo en la entrada de la cancela, figuran como tales en el plano catastral. Un pequeño valle entre laderas elevadas cuya única salida natural es la abertura hacia el camino hormigonado del arroyo de Santo Domingo. El desagüe noreste del valle de San Benito, porque el otro desagüe hacia el sur, es el llamado arroyo de Fray Luis, tributario del de la Palomera, al que se une en terrenos de la Viñuela Baja, y que ha nacido en San Cristóbal, y bañado antes los terrenos de San Pablo.

Camino del valle de San Benito

Otro lugar más, con mucha historia, en sus espaldas, que está señalado en los planos antiguos, pero que al igual que la mayoría de cortijadas y elementos accesorios agrícolas, sufren del natural abandono. Hoy, hablando de esa dejadez de cortijos, me decía Manuel, un Agente de Medio Ambiente que, posiblemente el abandono sea debido a que la productividad de las propiedades, en el mundo moderno, es poca, por lo que no merece mantenerlas.  

Árbol caído sobre la alcubilla

Me comentaba, sin embargo, que en una propiedad habían solicitado permiso para el mantenimiento y la recolección de la acebuchina -Aceituna del acebuche-, y parece ser que en un país centro europeo -el supuesto culpable de los males de los que aquejan a los periféricos-, estaba muy valorado ese aceite, por ser considerado muy rico en antioxidantes y tener el doble de vitamina e que su descendiente el olivo cultivado. 

Entrada a la alcubilla

El acebuche, que los fenicios trajeron a estas latitudes y después fue punto de partida de los olivos domésticos, los cultivados, tiene un futuro prometedor. Por lo que un producto que normalmente se deja pudrir y caer, venía ahora a generar al propietario unos considerables ingresos. De todas formas podría haber fórmulas de aprovechamiento y no dejar pudrirse frutos en su árboles. A lo mejor recogiendo estos -estoy pensando en algunas aceitunas-, por personas desempleadas, que a su vez limpiaran el monte, eso podría ser una solución de un mundo humanista.

Alcubilla y las zarzas

No deja de ser una opinión de un lego absoluto en la materia, pero parto de la necesidad de aprovechar recursos y repartirlos entre personas que carecen de ellos. Un trueque laboral que no anula la propiedad si no que busca fórmulas que pudieran ser positivas. Simplemente si unas familias pudieran recolectar las naranjas -para su consumo-, frutos que se dejan pudrir en los naranjos, todo ello dentro de un control, que facilitara la continuidad de esos árboles, a cambio de su mantenimiento.

Construcción al final del arroyo

Pero a lo mejor eso sólo podría ser posible en el país de la Utopía, en este caso ecológica, no en el país de que se pudra antes de que le sirva a otro. Al final siempre se acaba en lo mismo, la razón es porque parece que lo que no tiene una determinada rentabilidad no vale. Pero sin embargo el deterioro de las plantas que no se cuidan significa su destrucción. Cientos de madroñales, se me acaba de ocurrir, dejan pudrirse sus frutos todos los años y nadie los recoge. Antes la jara servía para hacer picón, ahora ese control lo tienen las eléctricas. Y un largo etc. etc.

Alberca al otro lado del camino

Una alberca, un túnel de salida, un bonito y pequeño valle, un huerto, un naranjal, una alcubilla, todo ello en aparente abandono, me lleva a la isla de Tomás Moro que, con reminiscencias de la República de Platón, o al jardín sumerio de Gilgamesh, o a los mitos de Hesíodo, de la cultura griega, nos dibuja un mundo ideal, en una tierra que puede dar para todos sin problema. Pero ahí está, un lugar de nuestro entorno, desconocido para muchos, que lleva muchos años vivo, no tanto como los mitos aparentemente inalcanzables, pero muchos más que nosotros. No obstante, reiterar que la propiedad es privada, que tiene una puerta sin llave por el Valle de San Benito, pero ninguna por la parte de Santo Domingo, por lo que es necesario ser respetuoso con ello.



(1) "Este nombre del camino que los ciclistas llaman "Anker". Es el resultado de unir los nombres de Antonio e Iker. Dos compañeros que lo bajaron en bici, no por primera vez, pero si volviendolo a usar después de años. Ya que la mejora en las bicicletas lo permitía. Por lo tanto es un patronímico popular de los usuarios, pero en el fondo al final cuando el tiempo haga de notario, se quedará"

Fotografías y vídeos del autor

3 comentarios:

  1. Saludos Paco, muy interesante, como siempre.
    Sólo una apreciación: el camino que los ciclistas llamamos "Anker". Resultado de unir los nombres de Antonio e Iker. Dos compañeros (el primero mi propio hermano) que lo bajaron en bici, no por primera vez, pero si volviendolo a usar después de años. Ya que la mejora en las bicicletas lo permitía.

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  2. No has puesto tu nombre pero es igual, no eres un anónimo, muchas gracias por la aclaración, que yo he incorporado con una llamada. Ha sido un error mecanográfico.
    Un abrazo.

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  3. Soy Pedro Luque, amigo de Paco Rojas. No había cargado mi cuenta al responder...
    Saludos

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