Mezquita lado norte.
La central de alarmas estaba en Madrid. Ésta había llamado al Parque de Bomberos porque un censor de la Mezquita señalaba incendio en las cubiertas, pero no había señal definida de fuego. Subimos por detrás del altar mayor, la estrecha y empinada escalera de subida a las cubierta por el lado de la ampliación de Almanzor. Una escalera que pasaba primero por una pequeña balconada, y luego continuaba abierta hasta una terraza, precisamente debajo de mi símbolo del amanecer, la espadaña de las cigüeñas, a la que éstas dejaron de venir hace tiempo.
Desde allí, desde la terracita, pasamos a las plataformas de los brazos del crucero y pasillos de la cúpula del mismo. Desde esa altura se veía en su totalidad la magnitud de la obra, tanto musulmana como cristiana. Desde allí, desde casi lo más alto, sólo superado por la cúpula, era increíble la vista. Tengo que decir que, como siempre pase un cierto “repelús” –es miedo, jindama, pánico, pero así suena mejor- los pasillos y plataformas, después de haber llovido, estaban escurridizas por el musgo que tenían o verdina, como la llamábamos. Desde esa altura, aún a pesar de ser bastante anchas, tenían una buena caída, por lo que la prudencia aconsejaba arrimarse al muro interior ya que carecían de barandas.
Espadaña y cúpula del crucero.
El estar en ese lugar elevado, desde donde se divisaba todo el conjunto, con una mejor perspectiva sobre el todo, era el momento de hacer una cronología del edificio que estaba debajo. Para no comentar a la ligera unos tiempos que tardaron en pasar y que no son lógicos pasar por alto.
En el 711 los musulmanes invaden la península, gracias a la decadencia y corrupción de las monarquías visigodas. La invasión no es cruenta, por lo menos el número de invasores, y la aceptación de los lugareños parecen atestiguarlo. No imponen su credo sino que alquilan a los cristianos la Basílica de San Vicente, que antes fue templo romano, y la comparten durante 75 años. Desconocemos si acabaron comprándosela o los propios cristianos la cedieron, lo cierto es que Abderramán I construye la primera Mezquita en el solar de San Vicente, así como su alminar. Pasan 57 años y Abderramán II inicia la segunda expansión que dura hasta el 964, es decir 131 años. En ese año Alhaken II inicia la tercera y llega con el Mihrab hasta el lugar que ahora ocupa. 23 años después Almanzor amplia su parte hacia el este. En el 1031 finaliza el Califato, también gracias a las intrigas, y a los esfuerzos de todos por acabarlo. La Mezquita continúa en manos árabes hasta el 1236, 105 años más, sumando un total de 525 años, desde el 711 hasta el 1236.
Después de la conquista -no reconquista-, de Fernando III, pasan treinta años hasta la construcción de la Capilla Mayor gótica, 1266, y 20 años después, en 1286, se construye la Capilla Real. 240 años pasan ahora, llega 1523 para que se inicie la construcción del crucero gótico y renacentista -donde estábamos-, cuya obra dura hasta el 1607. Once años después se reforma el alminar, y pasan 137 años más para que se repare el campanario. En 1757 se construye el coro y sillería barroca. Han transcurrido, por lo tanto, desde la conquista 521 años. Cien años más y ya tenemos todos generaciones de parientes en ese momento de la historia, abuelos y bisabuelos. Un soplo.
Mezquita lado sur.
Es cierto que la Mezquita hasta la fecha, lleva en manos cristianas 774 años, y estuvo 525 en musulmanas, por lo que gana el cristianismo por 149 años. Son muchos años entre unos y otros, y muy pocos a la vez, en el pasar eterno del viejo Cronos.
No había incendio. Menos mal. Bajamos nuevamente a las cubiertas de Almanzor, a las claraboyas que dotaban de luz del día a las naves, para comprobar esa zona. Cerca de una de ellas había gente, nos acercamos y uno de ellos era Pepillo. Esto es el colmo, después de cuarenta y pico años me encuentro a Pepillo en los tejados de la Mezquita.
-¡Pepillo que haces, que alegría de verte, pero mira que la casualidad vernos en los alto de los tejados de la Mezquita. –le dije.
-¡Hombre Paquito, que casualidad! Estoy ayudando a mi yerno pues estamos cubriendo las ventanas con tela metálica para evitar que entren las palomas. ¿Y tú qué haces por aquí. –contestó y preguntó a la vez.
-Ha saltado la alarma contra incendios y venimos a ver qué pasa. –le aclaré.
Como he dicho hacía muchos años que no veía a Pepillo. Me alegró mucho. Pepillo era el segundo de muchos hermanos; Antonio; Paquete; Vicente; una niña y el más pequeño -al que mi madre llamaba Jeremías por lo que lloraba, no tenía pestañas, por estar todo el día llorando-, Manola era su madre, cariñosa, agradable y familiar, que con un simple chiflido controlaba a su prole. Se asomaba por el Postigo de la Leche, chiflaba y de todos los rincones del Patio de los Naranjos, salían sus hijos como si del toque de fajina o retreta se tratase. En realidad era para comer o cenar.
Pepillo había sido mancebo en la farmacia de D. Rafael; cobrador de autobús en la empresa urbana; y policía, entre otros trabajos. Estuvo unos años destinado en Segovia, y volvió a Córdoba. La última vez que lo vi fue en Cabra, en una exhibición controlando el robot de desactivación de explosivos, pues pertenecía a la sección de artificieros de la policía. Y en ese momento, ya jubilado, estaba ayudando a su yerno a poner tela metálica a las ventanas de la Mezquita de Córdoba, en las claraboyas o lucernarios cristianos de la ampliación de Almanzor. Fue la última vez que lo vi. Murió joven, de una septicemia, producida por la picadura de un insecto, eso me dijo su compadre, que era muy religioso, y que renegaba de la religión porque no comprendía cómo podría haberse ido su compadre.
Lucernarios y contrafuertes.
La alarma, había sido una falsa alarma. Yo pensé que a lo mejor se había disparado el censor por los trabajos en las ventanas. No lo sé ni me lo aclararon. Quiero pensar que fue Pepillo, aunque no lo fuese. Ello me permitió subir a un metro del símbolo de mi primer amanecer, y poder disfrutar de esas panorámicas. Lástima no disponer en ese momento una cámara para haber plasmado fotográficamente todas la bellezas del edificio, que estábamos grabando en nuestra memoria. Hubiera sido un documento inigualable. Antes, cuarenta años atrás había estado sólo en las cubiertas, no más.
Hola Paco, ya veo que le has quitado los mil años de más a la fecha de conquista musulmana jejeje. Yo también tengo un buen amigo que trabaja en la mezquita, se llama Antonio Ruiz y es un apasionado de la historia de Córdoba, con él de guía es una pasada visitar la mezquita porque aprendes cosas nuevas siempre, se la conoce palmo a palmo. Recuerdo que hace un par de años vinieron a visitarme unos amigos asturianos y llamé a Antonio para ver si podía acompañarnos como guía en la mezquita y como tenía libre aceptó, estuvo tres horas sin parar de hablar y contarnos historias del templo y de Córdoba en general mientras veíamos la mezquita-catedral jejeje. Bueno amigo, te mando un saludo, me ha encantado esta entrada.
ResponderEliminarMuchas gracias. No lo conozco, a lo mejor si lo veo, los que yo conozco o conocía, en materia de guías muchos ya han desaparecido. Tienes que tener en cuenta que los hijos de las familias que vivían en la torre erán mis amigos. El Sacristán mayor marido de mi madrina, etc. Aunque eso no quiere decir nada sabes que hay quien está cuarenta años de municipal y no sabe donde está el ayuntamiento.
ResponderEliminarLos mil años se me colaron en error mecanográfico, se dio cuenta Conchi y claro inmediatamente rectificado.
Un abrazo y viva Talbania
DESDE LA FRONTERAS DE LA MARCA MEDIA: Vaya día que llevamos, estaba leyendo algo de tu blog, que he conocido hoy con lo de Eugenio Noel, luego seguimos con Juan de Mena y va a ser que hay más relaciones cordobatorrelagunenses, pues por aquí en el norte de Madrid estaban las fronteras de Al-Andalus, hasta que Alfonso VI tomó Toledo y toda su taifa en mayo de 1085, total trescientos setenta y cuatro años. Concretamente existe todo un sistema defensivo de Atalayas que se comunicaban unas con otras y de las que se conservan varias y una en Torrelaguna, hechas por el califato omeya cordobés en tiempos de Abderramám III para defensa de la Marca Media.
ResponderEliminarEduardo no hay más remedio que encontrar interrelaciones con todo porque cada vez se hace mas pequeño este "pueblo". Luego hay que tener en cuenta que el momento de la historia del Califato de Córdoba fue muy importante. Sin desmerecer a otros pueblos. Después el protagonismo fue de Castilla y antes había sido de otros.
ResponderEliminarGracias y un saludo.
Pues no sabía yo de tu afición a bombero, Paco. Esto es una sorpresa. Claro, que si el Paco tuviera que apagar algún fuego ese seguro que sería cualquiera que se atreviera a aparecer por los tejados de Córdoba, es decir, de la Mezquita. ¡Habría que verte por allí arriba, sorteando la verdina!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, en especial me he reído con lo del niño que no tenía pestañas por lo que lloraba. Una expresión muy cordobesa... andaluza, diría.
Y lo bueno es que estos son, o fueron, paisanos nuestros, y gracias a ti los podemos recordar.
Un abrazo, "fireman".
Si, Ben como decía mi madre, "aprendiz de to maestro de na". Durante cuatro años tuve que aprender lo del triángulo del fuego y el comburente y el combustible.
ResponderEliminarAunque me vi en ello por una casualidad me pareció necesario aprenderlo, sin tener desde luego obligación a ello.
Jeremías era así, el apodo se lo puso mi madre, y lloraba siempre, todo el día, la madre acostumbrada, decía: -Mientras llora menos mea. Y según las teoría es verdad.
Un abrazo
Ben.
Hola Paco, en el blog he escrito algo sobre las fronteras de Al-Andalus, por si lo quieres ver.
ResponderEliminarSaludos.